domingo, 13 de enero de 2013

La poesía drogada de Baudelaire

La "poesía drogada" de Baudelaire de L. M. Cuadrado


Cuando la realidad no es gratificante, y te condena a lo que Baudelaire llamaba “spleen”, lo que se puede hacer es alterar la percepción de la realidad, cosa que puede hacerse naturalmente, pero sobre todo artificialmente, ingiriendo sustancias. En el fondo está esa insatisfacción con la realidad. De ahí lo que decía Baudelaire: “Embriagaos. ¿De qué, da igual? De vino, de poesía o de virtud, pero id por la vida embriagados.”

Esta idea de la alteración de la percepción comenzó con la ingestión de opio por parte de los románticos ingleses, fundamentalmente de Coleridge, que parece que compuso alguno de sus mayores poemas bajo los efectos de la ingestión de opio, que tomaba por razones médicas, pero que descubrió que además de  ayudarle al cuerpo le excitaba la mente. Sobre eso escribió un contemporáneo de Coleridge, Tomás de Quincey, a quien se deben las Confesiones de un inglés comedor de opio (Confessions of an English Opium-Eater, 1821). De ahí nos trasladamos a Baudelaire y los simbolistas, a ese hastío de la realidad, el tedio de que hablaba Baudelaire, que es el enemigo mortal, que hace que la realidad sea desagradable, que intentes huir de ella, por ejemplo sencillamente viajando (Gaugin, yéndose a buscar otra realidad), o alterando tu percepción de la realidad. Rimbaud decía que “había que aprender a alterar la percepción de manera natural”. Escribió una carta a su profesor diciendo: “no va a entender nada de lo que le digo, pero me he pasado toda mi juventud alterando sistemáticamente mis sentidos”. También se puede alterar la percepción de la realidad recurriendo a sustancias que alteren los sentidos, por tanto multipliquen y alteren las sensaciones, y por lo tanto hagan que un realidad injusta, desagradable, fea pueda parecernos más gratificante, más hermosa, más justa…

La realidad es la misma para todos (Paul Élouard: “Hay muchos mundos, pero están en éste.”) Octavio Paz decía que la realidad es la misma para todos, pero ponía el siguiente ejemplo: “Si hay una mancha en el techo, y llegas a casa (y llegas en condiciones normales), entras en tu cuarto y ves la mancha.  Empiezas a preocuparte: ¿qué será?, ¿de dónde vendrá?, tendré que llamar a alguien para arreglarlo, ¿cuánto me costará? Si estás en la cama con fiebre y miras al techo, de repente esa mancha se convierte en nubes que pasan por el techo o jinetes a caballo. La mancha sigue siendo la misma, pero cuando tienes fiebre tu percepción está alterada: es diferente.” Lo que se busca entonces es, por vía de la excitación de los sentidos, natural o artificial (drogas), que esa mancha no sea sólo una mancha, sino que se convierta en una realidad maravillosa, extraordinaria. Por eso tenemos que ir por la vida, como decía Bretón “mirando la realidad con el ojo salvaje”, es decir, con el ojo inocente del niño, del poeta, del forastero, del enamorado, porque tanto el espacio como el tiempo dependen del estado en que los experimentemos.

Ahora nos centramos en Baudelaire. En esta presentación trasladamos el término poesía drogada que emplea Germán Labrador en su libro Letras arrebatadas. Poesía y química en la transición española a la obra de Baudelaire. Labrador reconoce en su libro que los autores que menciona beben de “los poetas románticos, la beat generation, y decadentistas, simbolistas y demás malditos” (19).
De estos últimos “simbolistas y demás malditos”, Baudelaire es un representante importantísimo. Charles Baudelaire (1821-1867) fue el padre de la corriente simbolista y uno de los llamados “poetas malditos”, término que ya se usó para designar, en su momento, a poetas como Lord Byron, uno de los escritores más importantes del Romanticismo. Más allá del hastío de la vida, que era un sentimiento constante en la generación de escritores a la que pertenece Baudelaire, vemos cómo ya en sus años de formación traba amistad con Louis Ménard, poeta y químico, que pudo haber influenciado o acrecentado el aspecto “drogado” en la poesía de Baudelaire.

Ahora vamos a pasar a comentar brevemente algunos poemas de Baudelaire en los que podemos ver las características anteriormente mencionadas y las influencias que él recibió; es importante destacar que los tres poemas que veremos, Bendición, El veneno y Los faros pertenecen a la fracción del libro titulada “Spleen e ideal”, lo que nos muestra que estarán especialmente marcados por esta particular manera de ver la vida como algo de lo que se debe escapar y que al individuo le resulta repulsiva, fea, aburrida, incluso grotesca. Vemos aquí el germen romántico en la poesía de Baudelaire, y la concepción mesiánica del artista. El creador romántico “redime al género humano por su obra y sus sufrimientos” (Martínez de Merlo, 85), y las referencias a “ir a la cruz” y la frase “Le contemplan con miedo los que él amar desea” son referencias al Via Crucis y a la vida de Jesús de Nazaret.

Una de las poesías que más claramente tocan el tema de la poesía drogada, en la que se hace mención al opio y al vino, que, junto al hachís, eran las drogas de preferencia de Baudelaire y sus contemporáneos. En este poema abre el ciclo de Marie Daubrun, una actriz con la que mantuvo relaciones. De ella, destacaban “sus ojos verdes: fascinaron a toda la generación de Baudelaire” (Martínez de Merlo, 225). Aparte de las menciones explícitas al vino y al obvio, el adjetivo “nebuloso” de la primera estrofa ya implica “una imagen opiácea” (Martínez de Merlo, 225). Las sensaciones derivadas del consumo de drogas se comparan con aquellas resultantes de la pasión amorosa, y se imponen a ellas en la tercera estrofa “No vale todo esto la ponzoña que manan / tus ojos, tus ojos verdes”.  Aquí, se toma la violencia y la intensidad del sentimiento amoroso para aplicarlos a la experiencia con drogas.

En Los faros, el poeta menciona algunos de los grandes nombres del arte: Rubens, Da Vinci, Rembrandt, Miguel Ángel, Watteau (cuya obra se puso de moda allá por el 1830) y Delacroix, exaltándolos al mismo tiempo que los relaciona con sus obras, que tienen un carácter melancólico, grotesco, sombrío. Si hemos hablado de la droga como instrumento creador, podemos ver en Baudelaire ahora la idea de que aquello creado bajo una percepción alterada también tiene la capacidad de excitar los sentidos, de ser “un opio divino”. Baudelaire, con su obra, dio visibilidad a algunos de estos artistas, que le inspiraban, por ejemplo a Delacroix, que frecuentaba los círculos literarios parisinos y trabó, al parecer, amistad con él.

Para terminar, he incluido un cuadro de Latour, Homenaje a Delacroix, en el que podemos ver a Baudelaire en una esquina, que me parece buen reflejo de la relación que mantuvieron.

1 comentario:

  1. Lidia, Germán me ha mandado este comentario para ti:


    Un comentario impresionante, bien escrito, lleno de sensibilidad poética y vital, sabio. Has sabido expresar perfectamente el problema estético de la literatura drogada: surge de la conciencia de que la realidad como tal no existe, que es el consenso social, lo que una sociedad en un momento llama "realidad". Al poeta moderno, al joven, al inconforme, por su inteligencia o su sensibilidad, la realidad que la sociedad le propone le resulta insuficiente y quiere transformarla, convertirla, delirarla, hacer que se transforme en otra. Su lucha en la escritura surge de esta doble conciencia: de la naturaleza ficcional de la realidad y de la posibilidad de acceder a una realidad alternativa. El fármaco, la literatura drogada, es una metáfora para la combinación de ambas cosas. Lo que nos fascina de los escritores drogados es que apelan a nuestra voluntad de imaginar un mundo distinto, de adquirir una visión más plena, más intensa, más sabia del mundo nuestro. Y al tiempo, la alteración de sus sentimientos, la tormenta de sus almas, la deriva vital... expresan lo que nos pasa a todos, pero de un modo superlativo. Los viajes poéticos del yo bajo influencia son como un espectáculo grandioso, una "tragedia griega", de nuestros propios conflictos y melancolías.

    Llevo muchos años dando clases de poesía, a alumnos al más alto nivel universitario, y puedo decirte que tus comentarios de Baudelaire y tu trabajo en general me han parecido brillantes. Enhorabuena!!

    G. Labrador

    labrador@princeton.edu

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